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Un reclamo que nos pertenece a todos

  • Foto del escritor: Rocío Valdez
    Rocío Valdez
  • 7 oct 2015
  • 4 Min. de lectura

En un espacio muy común del centro porteño de la Ciudad de Buenos Aires, específicamente en la Plaza de Mayo, se hace notar en un rincón de ella una serie de banderas colgadas y un campamento instalado. Mientras caminaba por la Plaza en un mediodía soleado de la semana, realmente me llamó la atención y decidí acercarme a ver de qué se trataba ese gran acampado.

Observé detenidamente cada trapo colgado que había, hacían referencia a las Islas Malvinas y mencionaban distintos derechos. Frente a este campamento a la vista pública estaba parado un señor, a quien le pregunté, cuál era el motivo del reclamo. El mismo tenía una tonada diferente, era grandote, morocho y me respondió de forma amable que ellos habían participado del conflicto armado de Argentina-Gran Bretaña, fueron movilizados y reclaman su honor. “Toda aquella persona que haya aportado una útil colaboración dentro del Teatro de Operaciones Atlántico Sur automáticamente es un veterano de guerra” me respondió Miguel.

Me quedé varios minutos charlando con el señor, el campamento está compuesto por 400 soldados que lo construyeron por sus propios medios y hace 6 años que ya se encuentran instalados allí reclamando, “Nosotros no vinimos por la bolsa de dinero, por eso estamos tanto tiempo acá, esto es un campamento de veteranos de guerra que principalmente queremos que nos reconozcan los honores”.

Mientras la gente caminaba como lo hace a diario por la Plaza y sus alrededores, mi charla con Miguel continuaba. Las condiciones del campamento donde pasan horas estos hombres son mínimas, es una especie de carpa hecha con los recursos mínimos para poder sobrevivir. Los 400 miembros que forman parte de este reclamo se turnan día a día para estar presente allí de acuerdo a su tiempo disponible, ya que cada uno de ellos tiene su vida normal y su trabajo. “Dentro del campamento no permitimos mujeres, no hay alcohol, no hay droga, esto es como estar en la colimba. Todo sale de nuestro bolsillo, acá todo el mundo labura, no hay vagos”. Los soldados se buscan la manera de vivir a diario dentro de la carpa sin recibir ayuda de nadie, “La luz es lo único que sacamos del Estado, el agua la traemos en bidones. Nos quisieron poner un baño pero no estamos dispuestos a pagarlo, porque el día a día acá es un billete el que se te va”.

Al estar parada en este lugar, escuchando que lo que ellos reclaman no es más que el reconocimiento por haber ido a representar algo que es de todos y además ver que tanta gente pasa por allí como si ese campamento no existiera, me remití a preguntarle qué respuesta reciben desde la sociedad y el señor me respondió que se interesan principalmente los del interior que son los que más conocen del tema, a los de acá no les interesa tanto. “A la medida que va pasando el tiempo ves un poco de indiferencia de la sociedad misma, te castiga como si uno haya tenido la culpa”. La intención de ellos no es perjudicar a nadie, sólo piden ser reconocidos ya que solamente el Congreso de la Nación consideró a los 17 muertos que simbolizan el continente, “Reconocieron a los muertos y a los que estamos vivos no”.

Por otro lado, tampoco nunca recibieron una respuesta de ningún gobierno desde que permanecen allí, los hombres no reclaman dinero, ni tampoco quieren que los políticos lleven a cabo ningún proyecto “Queremos lo que nos corresponde: el estado de derecho”, básicamente el reclamo que están haciendo es que se les reconozca el abandono recibido.

“No tiene la culpa este gobierno, cualquier gobierno en orden de democracia lo tuvo que haber solucionado porque esto pasó, lo arreglaran cuando lo tengan que arreglar, todos te quieren hacer un proyecto, nosotros no queremos proyecto de nadie, no queremos guita, queremos nuestro honor”

Durante el curso de la charla se hacía visible frente a nosotros la Catedral metropolitana de Buenos Aires con su rica infraestructura que la caracteriza, teniendo en cuenta este gran edificio y el actual presente del Papa argentino que nos representa, le pregunté a Miguel cuál era su relación con él y si estaba al tanto del reclamo, “Nosotros tenemos un buen diálogo con el Papa, estuvo acá, tomé mates con él, todos lo conocemos a Francisco. Es un tipo bárbaro, sabemos que tiene un gran respeto hacia nosotros y nosotros hacia él pero nunca mezclamos las cosas”

Mi paso por un lugar tan simbólico de la ciudad me permitió tener noción de otra realidad que también forma parte de mi país y que no se hace ver a diario, o en realidad sí porque está a simple vista de todos. “Hay cosas que la historia después te condena sola, todo lo que ocultaste durante tiempo”, esa es una frase de las que me recalcó Miguel durante mi dialogó con él y que me quedó en mi mente porque es probable que parte de la sociedad no sepa de la existencia de este campamento, ni que nunca lo vaya a saber.

 
 
 

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