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Cuando el sueño se hace realidad

  • Foto del escritor: Rocío Valdez
    Rocío Valdez
  • 31 dic 2017
  • 3 Min. de lectura

Me llevó más de 15 días poder sentarme a escribir, todavía cuesta creer todo lo vivido. Caer en la realidad. En el 2014 tuve la oportunidad de conocer Rio de Janeiro por primera vez, y de visitar el Maracaná. Estando ahí me dije lo hermoso que sería ver jugar a Independiente ahí adentro. Justamente en ese año estábamos atravesando la peor pesadilla del club. Y sólo era un sueño, algún día poder ver al Rojo jugando en ese gran estadio.

Siempre supe que los sueños se hacen realidad. 3 años después de ese 2014, cuando todo parecía tan lejano: nos encontrábamos jugando nuevamente una Copa. Viendo un Independiente totalmente distinto. Llegamos a ser semifinalistas de la Copa Sudamericana y esa la ilusión empezó a crecer más. A nosotros los más chicos, los de la generación del 90, los que vivimos las peores épocas, era un sueño y así lo vivimos. El Libertadores de América volvió a ser una fiesta, nos explotó el corazón a todos y las lágrimas no las pudimos contener cuando llegamos a jugar la semifinal. Fue un desahogo enorme, sabíamos por dentro, después de tantas malas, después de seguir a Independiente a todos lados, que nos merecíamos esto. Las buenas tenían que llegar. Y llegamos, llegamos a la final. Todo más Rojo que nunca. Todo era ilusión. Estábamos jugando la final con Flamengo, nos íbamos a definir esa final al Maracaná.

Ni bien supimos que nos tocaba ir a Brasil, a Río, al Maracaná decidí irme. Y sin importar nada más, decidí irme a cumplir ese sueño. Sin saber cómo iba a entrar, si todos íbamos a tener entrada, sabiendo que corríamos riesgo por el simple hecho de ser Brasil. Nada más importó. Y fueron las semanas con más nervios que viví. Con ansiedad. Nos fuimos a Río. Fue una locura. Fue hermoso. Una mezcla de nervios, adrenalina, emoción. Todas las sensaciones juntas pasamos. Y ese día, sin saber cómo, nos encontramos en el Maracaná todos. Estábamos todos los que teníamos que estar. Y desde Argentina otras miles de almas rojas alentando. Y fue un sueño, fue soñado. Entrar a ese Estadio, impactante, copado por brasileros, y nosotros bien de Rojo todos ahí alentando más que nunca. Fueron los 90 minutos más interminables de mi vida. Único. Nos abrazamos todos en el abrazo de gol más hermoso de la vida. Algo que queda grabado en mí para siempre: salimos campeones en el Maracaná. El Rey de Copas dió la vuelta en el Maracaná.

Y tal vez muchos no puedan entender cómo se puede sentir todo esto por un “simple partido” o por un equipo. Porque al que se lo cuento me pueden mirar como loca. Y sí lo entiendo, pero voy a seguir repitiendo siempre que sólo los que lo sentimos podemos entender lo que es esta hermosa pasión. Viví un sueño hermoso, dejé todo para ir a cumplir ese sueño. No me importó nada de lo que me dijeran que me podía pasar. Hice lo que sentí, desde siempre. Pensé en todo lo que pasé durante estos años, en mi abuelo y en mi viejo. Por ellos y por mi sentí que ahí tenía que estar. Y se hizo realidad, porque cuando queremos algo, desde el corazón, se cumple.

Independiente volvió a lo más alto, volvió a ser. Volvimos a hacer historia. Salimos, nada más y nada menos que, del Maracaná al grito de “Dale campeón”, “De Avellaneda, salió el nuevo campeón”. Brasil terminó siendo una fiesta toda roja. Ese sueño que parecía tan lejano, se hizo realidad. Terminamos el año levantando una Copa más. Que estoy segura que no será una más. Para muchos, nos va a quedar siempre en nuestra memoria. Y hoy tenemos nuestras ilusiones más encendidas que nunca. Salud, campeón!

 
 
 

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